Previo
a Hermosa juventud y Techo y comida, excelentes películas
sobre el reflejo moral en la ciudadanía española de la crisis económica que asola
a ese territorio desde hace casi un
lustro (ambas cintas comentadas en La
viña de los Lumière) emergió otro
largometraje, de menor difusión internacional pese a sus reconocimientos en el
Festival de Málaga, mas igual de rotundo en el equilibrio de afrontar el rostro
de la tragedia desde una latitud artística de respeto.
Se trata
de 5 metros cuadrados (Max Lemcke,
2011), centrado fundamentalmente este en los coletazos de la burbuja
inmobiliaria en el lomo de burlados nacionales, quienes en muchos casos
sucumbieron a las mentiras de la especulación urbanística, por conducto de empresas
fantasmas que los dejaron literalmente en la calle y sin llavín, pese a haber
efectuado pagos anticipados de los pisos que deseaban comprar. Como le sucede a
Álex y Virginia, la estafada pareja protagónica del filme.
El director
de Casual Day fabrica aquí una obra
muy bien narrada, la cual en momento alguno extravía el fuelle de su mantenido
ritmo y su tono tragicómico, oscilante de la acritud al desparpajo y el humor
negro. Las naturales composiciones de Fernando Tejero
(él, de lo mejor del show) y Malena Alterio
en los roles centrales le aportan el punto de verosimilitud a este via crucis a la nada compartido por
tantos españoles.
5 metros cuadrados representa una pieza
cinematográfica elocuente del rol del séptimo arte como testigo de su época, la
cual opera en tanto dispositivo de denuncia social dentro de los para nada
antitéticos postulados del mejor cine comercial. Fustiga y dice lo que es
necesario, sin dejar de entretener. El buen cine lo hace desde Tiempos modernos, de Chaplin, padre del
aserto.
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