domingo, 8 de diciembre de 2013

Zambezia, ambivalente animación sudafricana


Como es conocido, la animación mundial posee dos grandes polos de atención cualitativa: los estudios Ghibli en Japón, con las maravillosas criaturas de ese genio viviente llamado Hayao Miyazaki y demás cineastas; y Pixar, en los Estados Unidos: artífice de clásicos modernos del género a la manera de Juguetes, Wall. E y Up. No obstante, la verdad sea dicha, las últimas muestras de Pixar marcan franco declive.

Tampoco pueden olvidarse las delicias en stop motion de la escuela británica Aardman, creadora de Wallace and Gromit u otras gemas. Esto, por supuesto, a nivel de gran cine comercial, puesto que las expresiones experimentales de la pantalla animada resultan muchísimos menos conocidas por el gran público.
Pero, además de Japón, Estados Unidos e Inglaterra, disímiles naciones incursionan en el dibujo animado, con mejor o peor suerte. Destacan, entre otras, las producciones francesas, gracias a su particular sello de marcados rasgos autorales, en cuyo sentido cabe ponderarse la ejecutoria de Silvayn Chomain.
Pese al sostenido trabajo en el corto, donde sobresale una pieza realmente excepcional como Veinte años, de Bárbaro Joel Ortiz, luego de la época dorada de Elpidio Valdés, sus secuelas y Vampiros en La Habana, de Juan Padrón todas, Cuba no ha vuelto a tener un buen momento en el largometraje. Fernanda, la película, la cual fue presentada en esta edición del Festival de Cine Latinoamericano de La Habana, constituye una de las producciones nacionales más lamentables de los últimos tiempos, de cualquier género.
Sudáfrica es uno de los nuevos países que se adscriben a la vertiente cinematográfica de la animación, mediante Zambezia, producción de 2012 estrenada en nuestras pantallas.
Al margen de su descomunal presupuesto de 20 millones de dólares para una cinematografía africana y el intento profeso de insertarse en el mercado internacional, la película dirigida por Wayne Thornley no intenta emular las megaproducciones animadas de Disney. Va de otra.
Aquí la narración gana preeminencia al efecto gráfico, a contracorriente de la mayor parte de los filmes animados estadounidenses del momento. Por ello, podría dar la impresión de ser una cinta anacrónica, de establecerse comparaciones no procedentes sin embargo en este caso.
Mediante polícroma paleta que subraya los fondos bellísimos de los paisajes africanos, Zambezia cuenta una historia, comprensible, clara, destinada esencialmente a un receptor no mayor de diez años, la cual deja lúcida moraleja sobre la importancia de la preservación de los valores.
Su llamado a la solidaridad es bien pertinente a alturas tales para un espectador pequeño que, al menos en el primer mundo, cada vez está más sometido a pautas publicitarias y modos de vida que privilegian el aislamiento y la exaltación del individualismo.
No obstante, a Zambezia le cuesta trabajo decir cuanto dice mediante un discurso original. La película constituye la operación de reciclaje argumental más bastarda originada en el género durante fechas recientes.
Los guionistas de Zambezia, entre los cuales se incluye su director Wayne Thornley, asaltaron a mano armada a las historias de Buscando a Nemo y Ga´Hoole, la leyenda de los guardianes. De manera que cuanto gana en el terreno del planteamiento ideológico lo pierde en el apartado del desarrollo argumental. Es una pena, porque con un poco más de creatividad, el cine sudafricano podría haber aportado un exponente a tener en cuenta dentro del género animado.

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