Una idea-columna vertebral
se yergue en la filmografía toda del alemán adoptado por Hollywood, Roland Emmerich:
el ataque a los Estados Unidos (país el cual opera para sí como representación
de civilización, paradigma de cultura, orden cívico sin tacha, encarnación de
acendrados valores morales, faro mundial de democracia…). Ya sean lagartos
gigantes como en Godzilla, fueren los
efectos del clima a la manera de El día
después de mañana, sea el caso de El
día de la independencia: una invasión alienígena a la santa tierra
americana. Con la superproducción Independence Day -quizá la más aparatosa
del mapa de los noventa en el planeta anglosajón-, Roland rubrica el más
escandaloso acto de imposición del mensaje del cine de ciencia ficción desde
los años ´50, cuando el género se subordinó de pleno a Hollywood en la campaña
de Washington versus Moscú durante esa época orgásmica de la Cortina de Humo.
El director de 10 000 A.C anatematiza categóricamente al Otro
en El día de la independencia (1996), a cualquier signo de alteridad expresado en el
peligro exterior que suponen estos aliens, símbolos del extranjero, del
diferente, de lo salido de la normativa.
Y la señal es nítida e
incluso llevada a un rango de subrayado delirante: quien nos ose atacar sabrá
que hasta nuestro propio presidente (un chico bien WASP, white, anglo-saxon and
protestant, la trinidad santificada en las comarcas del Potomac) despeinará su
cabello al treparse a un cazabombardero, él solito, liquidar a los bichos que
acabaron nuestras ciudades y tirarle un cabo al negro de Will Smith, porque será
un tipo buena onda y de ayuda, pero la raza tiene un tope. Y esto es cosa de
blancos, mejor si son presidentes.
La película acapara el
triste honor de ser una premonición de la era de paranoia posterior al ataque a
las Torres Gemelas, su morfología y coordenadas políticas parecen salidas de un
capítulo del Acta Patriótica de Bush, por su conminación a atizar todos los
hervores y temores subyacentes del pueblo norteamericano, por su patrioterismo
descarnado y su mendaz carnadura chovinista. Se trata, posiblemente, del
engendro político de mayor connotación sociológica en la pantalla
estadounidense de los últimos veinte años.
El slogan del filme fue “el
fuego se combate con fuego”. En realidad la película quemó.
A 18 años del estreno de la pelicula es que vienes a emitir tu criterio?
ResponderEliminarDonde estuviste todo este tiempo? Se nota que no tuviste que ver peliculas soviéticas en la decada de los 80 en las que no entendias nada de nada y los protagonistas eran tambien rubios de ojos azules montados en tanques de guerra. Solo que no habian negros, los americanos por lo menos tenian a Will Smith pero los rusos ni eso.
¿Quien es mas racista entonces?
Lo siento pero no le veo ni pie ni cabeza a esta critica que haces 18 años despues a una peli que la misma television Cubana anunció com bombos y platillos y fue plato fuerte en mas de una ocasión de "la pelicula del sabado"
Antes de criticar atrevanse a producir algo digno de ver que ya en 1939 Walt Disney estrenaba "Pinocho" y ustedes casi un siglo despues lo mejorcito que tienen en dibujos animados es "Vampiros en la Habana."
Por favor, mas respeto.
La película acapara el triste honor de ser una premonición de la era de paranoia posterior al ataque a las Torres Gemelas, doctorariobo.com/5-comidas-tipicas-de-china-que-debes-conocer/
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