Sólo
con tu pareja, aquella estimable opera prima de Alfonso Cuarón, plantó en
1991 el pie fundacional de esas historias eroconflictuales que en la pantalla
mexicana de los noventas tuvieron en la vertiente de comedia urbana de
problemas de pareja su expresión más adulta en Cilantro y perejil (1996), del realizador Rafael Montero, y Sexo, pudor y lágrimas (1999), dirigida por
Antonio Serrano. Cilantro... reflexiona
sobre la ruptura matrimonial, la soledad y la búsqueda de la media naranja y la
felicidad. Lo hace desde una perspectiva que aunque se enclave en los
promontorios del humor para nada pierde seriedad en el abordaje del fenómeno.
La película está bien planteada ya a
nivel de guión y su amago de estructura de cine dentro del cine (la hermana de
la protagonista hace su documental a partir de lo que va pasando en la
película) no obstaculiza las posibilidades de recepción de amplias capas del
público. Existe, empero, un elemento utilizado por las guionistas Carolina
Rivera y Cecilia Pérez Grovas a manera de cortinilla verbal al cual se apela en
exceso y deviene valladar en la fluidez narrativa: la no muy mesurada presencia
de ese psicólogo -magnífica, no obstante, su encarnación- que funciona como
sujeto de reflexión de las contingencias de las relaciones amorosas en un
superestresado México de capitales
golondrinas en fuga, TLC, expansión demográfica y acentuados conflictos
políticos internos. Demián Bechir, aquí en su filme-despegue, y Arcelia
Ramírez, el binomio actoral centro de la cinta, está sencillamente fabuloso. Ambos,
de una manera muy orgánica, despedazan con mero sabor mexicano los diálogos que
se les asignan, apoyándose en un muy digno de ponderar trabajo faciogestual,
sin sobredosis de mohínes y otros aberraciones histriónicas delatantes de la
sobreactuación. Es ésta una acertada comedia reflexiva que de sabia manera
incide en los puntos neurálgicos de las relaciones de pareja en la actualidad,
que por el carácter de éstos y el tratamiento dado en la película, coinciden
perfectamente con los comunes a otros pueblos y culturas.
Sexo,
pudor y lágrimas describe los problemas, deseos, encuentros y desencuentros
amoroso-emocionales de seis jóvenes urbanos finiseculares a través de un
enfoque conceptual que se queda a caballo entre una reflexión seria en torno a
las urgencias inmediatas de la relación de pareja y una asunción que no por ser
lúdrica es menos ligth de la supuesta
manera en que deben conducirse la mayoría de los trentipicones. A reconocer la
factura técnica de la película, algo no siempre conseguido por los mexicanos;
su policromía, dada por el hecho de centrar su acción en contextos donde la
vastedad de colores nacientes de la luz
alegran el escenario; la fotogenia y altura interpretativas de sus protagonistas;
el políticamente correcto aparente mensaje final de que -parafraseando la
canción de José José- aunque seamos tremendos gavilanes durante mucho rato, no
nos olvidemos cuando aun quede tiempo de, al resguardo de un pecho vitalicio,
redimir el espíritu y protegernos de
esas enfermedades que Venus dejó como maldición a los humanos más retozones; el
ecumenismo del filme, que le asegura un alcance por mucho más allá del plano
local. Pero la película resulta menos
destacable (y agradable) que su antecesora Cilantro...,
aunque a todas luces haya sido imaginada más a lo grande. La “orlan” demasiadas
situaciones pedantes. Sus reflexiones supuestamente más agudas tienen muchos ecos ya oídos con
anterioridad; por momentos resulta muy predecible: esos cuernos de Ana con
Tomás se veían venir de lejos, y por el estilo varias escenas. Se introducen
situaciones francamente populistas; el director de fotografía parece estar
obsesionado con el plano-contraplano, o es al parecer lo único que conoce; el filme delata su matriz teatral abusando
del verbo; la segunda hora no mantiene el ritmo de la primera y el guión no da
todo lo que tiene que darle, eliminando sin justificación al personaje-tabla de
salvación del largometraje, Tomás, encarnado por un estupendo y nada
intermitente Demián Bichir... Sexo, pudor
y lágrimas es una película bastante desigual cuya extraordinaria fortuna en
taquilla responde más a razones sociológicas que al resultado de un total éxito
artístico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario