Todas las partes de Chucky le dieron menos pesadillas al redactor que ese
muñeco-jarrón, casi tan feo como el personaje fílmico, el cual hace las de
pórtico de la cienfueguera tienda Casa Mimbre, cuya imagen es la primera
gráfica que complementa este texto. No obstante, venció el miedo a la figurita
de casi 100 CUC y capturó la referida foto, antes de estampar la vuelta en
círculo a la primera planta de la instalación y tomar luego otras instantáneas
de budas cubiertos con alfombras, gatitas con hidrocefalia, cocineros en forma
de reloj, muñequitas encostradas en uvas/caracolas o junto a canes, muñequitas
nórdicas con ceniceros anexados, relojes con casitas: expresión concreta del
más explícito kitsch o estética del mal gusto.
Ya en este punto el periodista debió
interrumpir su tarea, pese a no molestar a nadie y realizar las fotos con una
diminuta cámara sin flash, puesto que una dependiente lo invitó amablemente a
cesar las fotografías “porque aquí no se puede”. Justo en dicho momento le iba
a poner la guinda al pavo, al tomar las fotos de otro grupo de muñecones
centenarios, bastante parecidos al primero, ubicados en la misma entrada: en el
espacio donde antes estuvieron enormes búcaros, mastines o tigres, exponentes
del extemporáneo y en cierto modo paradójico mal gusto imperante en el sistema
comercial de la nación. Sí, a ver, esta tienda (mcdonalizadas, una habla por la
mayoría del país) es cuanto en Cine se llama mcguffin, en Política pretexto y en Periodismo pie o base temática.
Este texto extravasa, por mucho, el nada determinante contexto físico de una unidad
comercializadora, e incluso su conjunto, en tanto el asunto observa
amplificaciones e interrelaciones disímiles a escalas más generales, las cuales
abordaremos una vez definidos los rostros del kitsch.
Se trata el citado de un término muy
veterano, acuñado por comerciantes muniquenses de mediados del siglo XIX, en
pos de calificar “el material artístico barato”.
Algunos autores sostienen que el
vocablo alemán toma origen de la palabra inglesa sketch: “diseño”,“esbozo” “bosquejo”,“boceto”,“croquis”, mal pronunciada por los artistas de Munich y
aplicada a esas imágenes baratas compradas como souvenirs por los
turistas angloamericanos. Otra interpretación sugiere su raíz del verbo germano
verkitschen: en dialecto mecklenburgués
significa “fabricar barato”.
También se le asocia con la voz kitschen,
la cual en el sudoeste de Alemania alude a “recoger basura de la calle y
también hacer muebles nuevos a partir de los viejos”, como recuerda el ensayo La cara kitsch de la modernidad
(Universidad Austral de Chile).
Según el citado
texto, las paradojas estéticas envueltas en la esencia de kitsch se vinculan con el concepto
español de cursi o el francés de camelote
o style pompier en inglés; en
hebreo schlock o schmaltz; poshlust en ruso. Es en la primera parte del siglo XX cuando más
se relaciona con la noción de inadecuación estética. En 1939, el crítico de
arte Clement Greenberg considera en su ensayo Vanguardia y Kitsch que este último está promovido por el propio
capitalismo, para fomentar el consumo pero no las inquietudes culturales.
Dicha experiencia sustitutiva y falsa sensación, presentado como un nuevo arte,
un nuevo movimiento, en realidad fue, es y será una degradación del mismo arte,
manifiesta. En tanto hecho
imitativo no produce ningún acto formativo nuevo, pues su objetivo es
satisfacer impulsos. Este pensar sólo en lo `bello´ le confiere un no sé que de
falso bajo el cual se intuye un `mal´ ético”, propugnaba el texto Kitsch y arte
de tendencia (Hermann Broch, 1933), a cuyo juicio quien lo produjera era un
“ser éticamente abyecto”.
LA TIENDECITA DE LOS HORRORES
La rana-hoja lacustre (foto del comentario), el caballo-cofre y el
elefante-aditamento no identificado, todos al precio de 94.75 CUC, que croan,
relinchan o barritan de dolor en el umbral de la tienda cienfueguera Eureka
(foto inferior) hablan -entre otros productos- del espeluznante mal gusto de la
red comercial cubana. La galería expendedora de la nación constituye una suerte
de Las Vegas pequeña, “navaja suiza” o tiendecita de los horrores de tapices
con felinos, objetos polimórficos multifuncionales, asientos con forma de
zapato, enanitos de jardín, lámparas-linternas-cajas de música e infinidad de
artículos representativos del objeto kitchs en estado puro.
En vistas de que buena parte de los estudios
próximos más fundamentados alrededor del tema no han sido publicados en Cuba, y
los interesados en el mismo solo hemos podido agenciárnoslos vía digital,
sugeriría al lector motivado en profundizar sobre el asunto el análisis del
ensayo El Kitsch: fenomenología,
fisonomía y pronóstico (Editorial Arte y Literatura, 1989), del filósofo y
profesor de Estética búlgaro Iván Slávov, entre lo más digno sobre el tema
aparecido aquí. El teórico recuerda, por ejemplo, “que son kitchs los objetos
cuya forma, tamaño y material no responden al objetivo para el cual se
concibieron. Verbigracia, un vaso para beber cerveza con la forma de la cabeza
de Bismarck, un molinillo de café que asemeja a la torre de Eiffel, etcétera”.
Además de su carácter sucedáneo y de
adaptación homologadora, el kitchs, aplicado a este tipo de objetos, se
caracteriza por su función tranquilizadora (si tengo esta imagen tan chula de
una mulatita folclórica for export en
casa, ¿por qué diantres debo preocuparme por saber quién fue Carlos Enríquez¿
Matei Calinescu (Kitsch, cinco caras de la modernidad, 1991), lo expresaría así: “su vago poder
alucinógeno, su espuria ensoñación, su promesa de una fácil catarsis”.
Otros signos suyos
serían el recargamiento, la
exageración, acumulación, frenesí, hedonismo, liviandad, desvirtuación,
incongruencia, pomposidad, cultura de mosaico, fatuidad, melifluidad,
hipocresía, sentimentalismo, ausencia de sentido, repetición o estereotipia.
Amén de los anteriores, existen otros elementos identificadores de cuándo un
objeto “artístico”, o de otra índole, resulta kitchs. Entre sus morfemas
básicos, Abraham Moles consigna en su controvertido pero no por ello menos
interesante Le kitchs; l´art du bonheur
(París, 1971) la
desproporción de las dimensiones respecto al objeto representado, oscilante del
gigantismo al miniaturismo. Esto explica el batracio gigante de Eureka y la
pequeña minina cabezona de Casa Mimbre.
En el igual de polémico, más de necesaria
lectura, Apocalípticos e integrados,
Umberto Eco -a cuyo juicio, el mal gusto, en arte, es la “prefabricación e imposición del efecto”- sostiene que “el kitsch
puede ser definido como una forma de desmedida, de falso organicismo
contextual, y por ello, como mentira, como fraude perpetrado no a nivel de los
contenidos, sino al de la propia forma de la comunicación” “...es aquello que
se nos parece como algo consumido; que llega a las masas o al público medio
porque ha sido consumido; y que se consume (y, en consecuencia, se depaupera)
precisamente porque el uso a que ha estado sometido por un gran número de
consumidores ha acelerado e intensificado su desgaste”. Eco fundamentaría la propagación comercial del
producto kitchs en la existencia de una categoría de operadores culturales que producen para
las masas, utilizando en realidad a las masas para fines de propio lucro en
lugar de ofrecerles realizaciones de experiencia crítica.
Las resignificaciones a partir de
asunciones re-creativas o cosmovisiones lúdico-regeneradoras de lo kitchs, de
Warhol a Almodóvar, por supuesto, no vienen a cuento en la línea de flotación e
interés temático de este material.
LA INELUDIBLE EDUCACIÓN ESTÉTICA
Son oprobiosos, desde el punto de vista
estético, los cuadros vendidos en el entramado comercial de la nación. Lo más
sensato que los cubanos hemos podido apreciar en las tiendas recaudadoras de
divisas luego de la despenalización del dólar fueron algunas, no todas y ni
siquiera la mayoría, de aquellas reproducciones de arte universal o nacional
colgantes en las dependencias de Artex, hoy día en fase total de extinción. Con
tales copias en serie enmarcadas en “llegables” marquitos de diez u once CUC
había que conformarse, pues está claro que adquirir un original en cualquier
galería, museo, recinto ferial o en la misma casa del creador resulta punto
menos que imposible para la población criolla dentro de un país donde los
coleccionistas privados no superan el centenar, dada la inequivalencia abismal
entre los precios fijados por el artista y el débil poder adquisitivo promedio
local. Pero ese es otro tema. El de nuestro artículo es el del mal gusto.
Perugrollo me mandaría a fotografiar, pero el
antídoto al veneno del mal gusto es la Educación Estética;
no hay otro. Solo mediante ella se neutraliza el poder de la cobra. El primer
paso del camino para agenciársela consiste en leer: no exactamente de arte en
los momentos preliminares; de todo, ficción de cualquier parte y todas las
épocas/géneros, antes de llegar a los nombres o corrientes imprescindibles,
antesala de los ensayos teóricos sobre las manifestaciones culturales. No
existirá entendimiento alguno, de nada, sin lectura. A la par, se precisa
robustecer el conocimiento de forma integral, viendo, escuchando, asimilando e
incorporando -desde una posición interpretativa al inicio y más tarde crítica-,
cine, teleseries, música, danza, arte en los museos y espacios galéricos. E,
igual, visitar epicentros expositivos, asistir a conciertos o puestas,
participar en recorridos histórico-culturales.
Todo ello irá conformando una sensibilidad
estética en la persona, la cual, en determinado grado ulterior de desarrollo
(marcado en última instancia por el afán personal de superación), se convertirá
en espíritu cultivado; por ende dotado de las herramientas valorativas
necesarias como para que se le prenda un foco rojo en el encéfalo no más
advierta el mal gusto a kilómetros.
Tamaña materialización personal no marcha en
relación de férrea dependencia con el universo laboral o entorno social del
interesado. En primer caso, reitero, atraviesa por el deseo, la ambición y la
visión del ser humano. Universo, perfil y escuela ayudan, pero a la larga no
definen.
VALLADARES EN EL CAMINO A ESA EDUCACIÓN
ESTÉTICA
Lo anterior no apuntaría hacia la
inexistencia de valladares en la consecución del sano propósito (los hay y
bastantes), como tampoco invalida la función formativo-gnoseológica del sistema
educativo, en cada una de las enseñanzas. Pese a poseer Cuba una de las más
sobresalientes educaciones públicas del planeta, no sería sustentable un
planteamiento mío proclive a glorificar la educación estética del alumnado
nacional, comarca en la cual existen
grandes lagunas a llenar. La esfera representa la Cenicienta de nuestras
clases y no siempre es impartida por las personas indicadas, salvo en carreras
puntuales de la familia de las Humanidades dentro de la educación superior, o
en las escuelas de arte.
El mecanismo editorial del país precisa de
muchos más volúmenes de crítica de arte o historia de la estética y sacar a
flote a los grandes pensadores del último cuarto de siglo, virtualmente
ignorados aquí. Los entes decisores de dicho aparato, a escala nacional o
territorial, no pueden blandir la justificación mercantilista de que algunos de
estos materiales “no tienen salida”, bajo la cual esconden la mala gestión de
venta o la escasa promoción de los títulos.
Los medios de prensa masivos (no
especializados) desarrollan una labor insuficiente en sus segmentos culturales,
dominados por lo informativo-referativo, sin tiempo, líneas, interés o visión
para la valoración crítica. Las obras de nuestros artistas plásticos, los
discos de nuestros músicos, los libros de nuestros escritores no reciben el
inherente comentario, salvo excepciones. Menos los creadores del exterior. Hace
pocas semanas falleció, de forma tan temprana como lastimosa, Philip Seymour
Hoffman, considerado, sin exageración, el mejor actor de su generación en el
planeta. Fue un domingo. Ni el lunes, ni el martes ni nunca la prensa nacional
publicó nada. No hablo de un quimérico artículo de fondo-obituario; ni siquiera
la esquelita de un párrafo.
Grandes novelas o libros de cuentos de
autores de este país no han recibido una mísera reseña en los periódicos. La
crítica de música es prácticamente inexistente en los medios masivos. La mejor
sonoridad cubana -de todos los tiempos pero sobre todo del actual-, es
reproducida en discos compactos comercializados a un precio que satisface al
cliente extranjero pero no al local, dado su carestía desde el entendido de la
menguada solvencia patria.
Luego de elaborar este artículo, el primer
vicepresidente cubano Miguel Díaz-Canel, reflexionaba sobre el asunto, en
entrevista publicada por el portal Cubaperiodistas: “(…) prácticamente lo
que hacemos es una descripción y no una crítica sobre los principales
acontecimientos culturales”. Así es.
El apoyo en el cimiento de una Educación
Estética por parte de la televisión, ese medio de tanto poder -habida cuenta de
su visibilidad-, resulta harto limitado. En ciertos casos, en vez de contribuir
a forjar el espíritu cultivado del cual hablábamos en la anterior parte, cuanto
hace es meterlo dos metros bajo tierra. Los programas musicales juveniles y
otros, son, globalizadamente vacuos. No es casual que se prefiera lo que se
prefiere en buena parte del receptor, con semejantes selecciones (y comentarios
de los presentadores: rayan la pesadilla, por desinformados, acríticos,
mendaces, ligths). Con programadores
semejantes en la División Musical,
ni la National Endowment for Democracy, la USAID o People in Need
necesitan hacer demasiado aquí.
¿”REGUETÓN, ALCOHOL Y MACHETE?
Comprendo que le resulte difícil a un joven
interesarse por la verdadera buena música producida hoy día en EUA, América Latina, el Caribe, África, Europa
y Asia (existe una producción alternativa fabulosa, desconocida en Cuba solo
porque es mucho más fácil el mimetismo y nadie se digna a “bajarla” para
ponerla en cualquier espacio audiovisual), si está entre la espada y la pared.
La televisión, sin criterio propio, reproduce -facilismo tan abierto que hiede-
las listas mercantilistas aupadas por los grandes conglomerados disqueros o
emporios musicales; mientras, en el 90 % de las memorias flash u otros
dispositivos se carga lo que viene cada semana en el “paquete”, al cual en
fecha reciente le dedicáramos un comentario.
Anotar que “lo escogido” en Música dentro del
paquete es de recoge y vete, ahórcate que se acabó el camino. Su selección
semanal cubana resulta malsana e hirientemente mala. Salvo algún numerito
“colao”, jamás estará representado allí el trabajo de nuestros principales
creadores de la trova, los cantautores, lo mejor del pop, la fusión. Es la
cárcel del reguetón, charangadas salseras y pop maluchero con videos de
machistas alfas rodeados de jovencitas ¿drogadas¿ compitiendo por romperles la
portañuela. Ignaras muchachitas. Ni idea tienen que, prostituyendo su dignidad
en esas poses serviles, echan por el caño siglos de lucha de su sexo.
Alguien comentaba, hace poco, en la calle: “pero
es que son los tiempos del reguetón, el alcohol y el machete”. Si aceptamos
eso, entonces sí estemos dispuestos a olvidarnos de todo. Ruanda 1994;
matémonos ya.
A muchos cubanos les han monopolizado las
opciones, tanto en el terreno de la música como en otros, tema al cual
dedicaremos posteriores comentarios.
El mal gusto (en tanto consecuencia del
escaso grado de desarrollo de la educación estética, derivado a su vez de una
limitada cultura artística e integral, cuyos muñones impiden formar la mano de
ese concepto propio huraño a la copia) ha invadido este país. Y no solo las
tiendas, arribas aludidas. Incidió, en márgenes dignos de la mayor atención
social, en el imaginario turístico, la decoración interior hogareña e institucional,
los hábitos de vestir, los pelados -es la primera vez en la historia que
ciertos cortes de cabellos provocan no ya vergüenza ajena sino hilaridad antes
de que la perspectiva del tiempo sea la encargada de ponerlos en sus sitios
caricaturescos, cual suele ocurrir siempre) y hasta los mismísimos autos llenos
de marcas de tenis o banderitas mundiales: expresión soberbia del kitsch sobre
ruedas. Y dentro de las reproductoras de parte insolente de dichos vehículos el
consabido kim kim kim kim, kom kom kom kom (los tambores de Kong, que le
llamo); e igual en los barrios, sin
importar nada ni nadie, ni hora. “Tú sabes...”
El mal gusto, también, se ha hecho amigo del
DVD o el puerto USB de casa y, cual ángel exterminador buñueliano, no puede
salir del espacio hospedero. Lo mismo, en celulares, audífonos, computadoras.
Cuando ese mal gusto (combinado con su
inmanente vulgaridad y la falta de civismo) se convierte en un modo de vida,
cuando llega a formar parte del status quo, las visiones se alteran. Adquiere
un pernicioso poder de influencia que llega a captar, incluso, por efecto de
bola de nieve, hasta justos junto a pecadores. Porque el primero se pregunta,
como la mujer abandonada por el hombre querido: “¿y qué tengo yo?” Nada, mi
amigo, siga firme; no tiene ningún problema, ni está equivocado. Dudas y
pruebas andan con los buenos desde los tiempos del Antiguo y el Nuevo
Testamento. En ti, en tus enseñanzas a quienes te habrán de suceder, radica la
esperanza. (Me tildarán de personalista, coelhiano y hasta kitsch, ¡culmen del
colmo¡, pero el camino del Saber no lo abre nadie más que uno mismo). Ayuda a
ese nieto, ábrele aquel libro, ponle un buen disco, muéstrale ese lienzo,
invítale a ver más allá. ¡Amén¡
Cultura, Educación Estética, Instrucción, Sensibilidad,
Espiritualidad: el pentágono redentor. Son los cincos dioses a rezarle, para
salir del atolladero.
(Publicado originalmente en El Caimán Barbudo)
Muy bueno. ¿Me autorizas a publicar parte en codondesastre-blogspot-com? Saludos de @alinaklandestina
ResponderEliminarClaro, con gusto, un saludo
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