Al
minuto 95 de Niebla en Agosto el
relato introduce una situación de sesgo carnavalesco, en el sentido bajtiniano
del término, cuando, comandados por el niño Ernst Lossa, los internos de la clínica
nazi de exterminio progresivo para discapacitados y enfermos hereditarios
alemanes donde se focaliza el relato comienzan una peculiar huelga de hambre en
la cual lanzan platos al aire y pescado al techo. Constituye, también, una
amarga parábola visual de cuanto nunca hizo el pueblo germano en los tiempos de
Hitler: rebelarse contra su verdugo, cuyo gobierno no solo destruía naciones
extranjeras e incineraba a judíos, sino que además arremetía contra los propios
nacionales aquejados de alguna tara o defecto físico.
Niebla en Agosto (bajo
la dirección de Kai Wessel e inspirada en el libro homónimo de Robert
Domes) resulta un importante aporte cinematográfico en el sentido de
complementar las variantes preteridas de la ecuación de horror total formulada
por el régimen fascista, de tenerse en cuenta que la mayor parte del cine
histórico de ese país u otras naciones que recrea el período nazi solo enfoca
la política de devastación del III Reich proyectada hacia el exterior; no así
hacia lo interno, como lo hace con maneras fílmicas plausibles este filme.
Película
de caligrafía muy limpia, trazos precisos, abarcadora descripción de ambientes
y personajes bien cartografiados, Niebla
en Agosto se centra en los sucesos acaecidos en uno de estos sitios, la
clínica de Kaufbeuren, dirigido por un doctor que representa la contracara del
nazi adusto típico del cine bélico. El médico director Vithausen -compuesto por
un Sebastian Koch con contención modélica, quien tiene su mejor momento
interpretativo cuando el niño personaje central de Ernst lo
confronta al descubrir las muertes sucesivas del sitio-, de talante apacible y
tratos amables con los internos, hace su siniestra tarea en las sombras y, cada
noche, tacha de su lista a quienes van a morir durante las próximas horas; o
bien mediante el veneno en el jugo de frambuesas, o bien inyectados.
Estas
muertes obedecían a la observancia del Programa de Eutanasia concebido por
Berlín como parte de su política de pureza absoluta de la “raza aria”, el cual
mantuvieron hasta 56 días después de la rendición de Alemania a manos de la
Unión Soviética, la gran vencedora de la II Guerra Mundial.
Como
el mismo largometraje germano se encarga de consignar al cierre, en virtud de
la aplicación de dicho Programa durante el período bélico comprendido entre
1939 y 1945 fueron asesinados 200 000 pacientes alemanes (físicos y
psiquiátricos), entre niños y adultos de ambos sexos por medio de gasificación,
medicación o la dieta hipocalórica (también se le llamó Dieta de la privación) instaurada
justamente en el reclusorio médico de Kaufbeuren por el doctor Vithausen.
En
caso de franco linchamiento, una obra de semejante connotación -y además de tan
buena madera cinematográfica- solo obtuvo una recompensa menor en los Premios
del Cine Alemán de 2016. Tampoco la seleccionaron para concursar por el Oscar a
la Mejor Película Extranjera. Quizá todavía a estas alturas ese pueblo y sus
líderes no hayan metabolizado del todo cómo sucedió algo tan atroz, allí, hace
tan poco tiempo; como tampoco que los causantes de las muertes se reintegraran
luego de la guerra a la vida cotidiana del país, tras solo purgar penas risibles
de tan simbólicas en algunos casos, o en otros permanecer completamente impunes.
Contrario
al rechazo unánime que deben concitar, todavía a estas alturas reciben el apoyo
de parte de sus pueblos determinados políticos de signo
fascista, como Bolsonaro en Brasil, que arremete de forma abierta contra
alteridades y otredades. Esa bestia con contornos humanos va con todas contra
las mujeres, los homosexuales y los negros, en una nación donde más del 60 por
ciento de la población es de esa raza. Y sin embargo, lidera en las encuestas.
Desafortunadamente,
aún no hemos aprendido las valiosas lecciones de la historia ni las señales
emitidas por películas como Niebla en
Agosto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario