Dos hermanos tiene el hálito legendario de las fábulas
de Esopo, el candor de nobleza de reconocidas aventuras fílmicas de corte
ecológico, la impronta de un majestuoso documental sobre la vida de los felinos
sellado con materiales constructivos empero utilizados por los albañiles del
cine de ficción. Se trata de una superproducción del francés Jean-Jacques
Annaud centrada en el universo de los animales, ahora los tigres, en la cuerda
de su inimitable El oso (1988),
aunque muy lejos de la consistencia narrativa e incluso la estructura visual de
aquella obra maestra de la pantalla europea.
Ni
con mucho se acerca esta nueva incursión filmofaunística aparecida en 2004 a
aquel filme precursor debido a tres razones: 1) Annaud se autoplagia, para mal;
2) añade en esta ocasión un agregado sentimentaloide disneyano que esquilma su
obra; 3) pese a un comienzo visualmente soberbio el realizador se deja llevar
por el montaje de corte de secuencia constante al uso, tan distante de la
observación meticulosa del plano general fijo que le concedía la naturalidad al
seguimiento de la vida de los osos en la cinta anterior, cuya principal baza
era esa justamente.
Pese
a ello, esta coproducción franco-británica rodada a un costo de 60 millones de
euros y distribuida en cada rincón del planeta con rentables resultados
económicos a la manera de un blockbuster hollywoodense,
no resulta tampoco un producto fallido, y en tanto género de aventura pasa la
prueba, sobre todo merced al encanto del trabajo con los tigres, como resultado
de la labor sostenida por Annaud, su fotógrafo Jean-Marie Dreujou y su
entrenador de bestias Thierry Le Portier (este hombre, anote el dato el
cinéfilo estadístico, hizo lo mismo en Gladiador)
en el manejo de las fieras y las cámaras de vídeo digitales en función de una
trama enfocada en la separación en la infancia y reencuentro en la adultez de
estos adorables Kumal y Sangha, los dos felinos de las selvas camboyanas
protagonistas de nuestra historia.
Annaud
se apoyó en los recursos digitales, de manera de poder agrupar en un plano
semejante a animales, personas y paisajes, filmados sin embargo de forma
separada. La técnica del motion-control
le permitió reproducir siempre los mismos movimientos de cámara, zoom y
diafragma. De modo que, cuando los tigres ejecutaban determinado movimiento
acorde con lo que pretendía la trama, todo estaba ya memorizado. Viendo su cine
más reciente, esto es Siete años en el
Tíbet (1997) o Enemigo a las puertas
(2000), se comprende como, no obstante, en el aspecto narrativo Annaud se
desbarranca e hilvana junto a su habitual colaborador en la escritura, Alain
Godard, una historia resultona, preñada de puerilidades y signada por una
visión a estas alturas cuando menos casi idiota del colonialismo francés en
Indochina, donde tienen lugar los hechos descritos por el filme, durante los
años 20 del pasado siglo. El cine del director de Los conquistadores del fuego
y En nombre de la Rosa ha ido en picada,
absorbiendo tristemente mucho humo americano, y se nota que su realizador está
pensando más en la distribución mundial de sus filmes que en el sentido de
trascendencia que portaban los primeros. No se ignora que Dos hermanos es uno de esas cintas “bonitas”, de “lindos mensajes”,
tomas ensoñadoras y close-ups felinos por los cuales la National Geographic pagaría millones, pero le
falta relato, dotar de carne y vida a los tristes personajes humanos que la
surcan. Le falta, sin duda, el hechizo y la pasión de El Oso.
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