Hace bastante, cuando todavía
faltaban años para surgir piezas cinematográficas como Molina´s Solarix (Jorge
Molina, 2006), Juan de los muertos (Alejandro Brugués, 2011) o Los desastres de
la guerra (Tomás Piard, 2012) publiqué un artículo, tildado de “soñador”
entonces, donde apostaba por la existencia de un cine de género en la isla. No tardó tanto el futuro para
que, además de dichas obras de ciencia ficción o zombies antes estrenadas,
ahora esté por llegar un filme vampírico, quizá más adelante otro del oeste, y
se exhiba ya en las pantallas del país Omega 3 (Eduardo del Llano, 2014), la
tercera incursión insular de acción real en la sci-fi; no la primera, como
erróneamente repiten los medios no especializados. A diferencia de la
literatura, con una tradición extendida desde Oscar Hurtado a Daína Chaviano,
Yoss o hasta el propio del Llano -autor de la novela Obstáculo y del cuento
homónimo en el cual se base el filme-, aun somos casi vírgenes en el tema en
materia de séptimo arte.
Del Llano viene con el
precedente, en cine, de varios guiones de trascendencia, algunos de ellos
emblemáticos de la pantalla de los ´90; y
tanto la escritura como la dirección del decálogo independiente de
cortos humorísticos protagonizados por el personaje de Nicanor O´Donnell,
compuesto por Luis Alberto García. De su período pre-ICAIC como realizador este
comentarista se decanta en preferencias no por la por muchos escogida Monte
Rouge (2004) sino por Brainstorm (2009), lúdico corte en canal a las
manquedades de la prensa cubana que debía pasarse al inicio de cada congreso de
la UPEC.
Luego, a la vera del ente, filmó
Vinci (2011), u biopic parcial de perfil
histórico contextualizada en ambientes europeos, centrada en el período
carcelario del genio renacentista Leonardo Da Vinci en la Florencia de 1476. El
filme no complació a todos los gustos; sí a quien escribe, que en su momento lo
respaldó.
Se trata Eduardo de un cineasta versátil,
ecléctico, inteligente, provisto de conocimientos fílmicos, dueño de intereses
temáticos amplios y hasta en ocasiones sorprendentes, si los vemos dentro de
nuestra dinámica de creación interna. Además, valiente y sin miedo al fracaso,
al error, sabedor de que si se le cierra siempre la puerta correremos el riesgo
de dejar fuera la verdad.
Por lo anterior, se tiró de frente contra un
género de escasísima tradición regional, hecho que, de entrada, concita respeto
a todo quien sepa cuanto demanda; pero lo hace con un guion anclado a base
argumental ya en el mismísimo papel poco maleable a trasuntos fílmicos. Omega 3
pasa, con aprobado, en cuanto más temía (el apartado tecnológico, salvado con
imaginación, pragmáticas soluciones espaciales/ambientales, y también tecnología:
que somos pobres pero no facinerosos) y se ve levantada en el aspecto formal
merced a la fotografía de Pepe Riera y la banda sonora de Osvaldo Montes; pero
sin embargo reprueba en lo fundamental: el relato. Huérfano de numen; carente
de flavonoides, fibra, sazón y sal -para ilustrarlo acorde con las analogías
culinarias del filme-, el metraje discurre deslavazado, monocorde, plúmbeo.
El ángel del cine no quiso posarse sobre
estos fotogramas habitados por el engolamiento, la gelidez discursiva, diálogos
soporíferos en cuya concepción poco interés se percibe por esquivar su matriz
literaria, actuaciones dispares, una puesta en escena irregular y desbalanceado
ritmo narrativo. Resulta punible aquí el reemplazo de la fluencia cinemática a
favor de una sucesión de parlamentos inductivos, subrayados y por momentos
francamente agobiantes.
Presunto ejercicio de tesis, esta historia de
tribus del futuro en pugna por la hegemonía de su menú alimenticio (Vegs, Macs,
Ollies) pudiera articularse como el amago de un polisémico diagrama a la
inherente beligerancia y proclividad faccional de la especie desde tiempos
inmemoriales hasta un presente grupal de reparteros, maras, fraternidades,
sectas e infinidad de tendencias gregarias y un mañana cercano donde seguiremos,
como siempre, en franjas rivales enfrentadas por algo que si acaso no fuese un
plato macrobiótico sí podría ser el agua común, el aire, la carne humana,
nuestros propios órganos…?quién sabe?
Ahora bien, el dardo no llega a diana, porque
el por el propio realizador confeso aunque nunca concreto a la larga
megaobjetivo conceptual (una impugnación “a la intolerancia y el fanatismo
ideológico o religioso”, del Llano dixit) se diluye en la hojarasca verborreica
desfocada que pinta con barniz de poca fiabilidad un escenario solemne a
ultranza, sin posibilidad alguna -para colmo- de distensión de cualquier tipo.
No solo por funcional necesidad de
visualizar su supermercado futurista con arreglo a sus intenciones, sino igual
quizá intuyendo lo anterior, el realizador opta por el inserto de animación en
rotoscopía, el cual beneficia de forma considerable a la narración, pese a que
resulta mucho más abrupta e inorgánica su irrupción que, por ejemplo, la
análoga ejecutada por Quentin Tarantino en Kill Bill. Dichos cuatro minutos
constituyen los momentos más cinematográficos de Omega 3, pues representan
la antítesis de toda la otra parte del relato, al ser portadores de libertad
narrativa, frescura, planimetría ritmática, charme.
Héctor Noas, merced a su probado
oficio, impide la anegación completa del segmento interpretativo, no obstante
la discutible escena del llanto catártico y esa decisión de vestuario que lo
dibuja menos cual jefe militar de Liberación que en tanto suerte de rara
versión dominatrix masculina de su personaje de Verde, verde. Pese a salir
airoso con Juan Carlos Cremata en El premio flaco y con Eduardo en Vinci, como
hicimos constar en nuestras respectivas críticas de ambas cintas, a Carlos
Gonzalvo -¿nuevo actor fetiche de del Llano¿ pues ya suman cuatro los trabajos
conjuntos- le es imposible defender su acartonado personaje; mientras que su
contraparte Dailenis Fuentes aun tiene mucho por delante que pulir en materia
histriónica.
Omega 3, en resumidas cuentas,
deviene experiencia válida, tanteo necesario en el incipiente desandar por los
géneros del cine isleño y muestra inequívoca del arrojo de su creador (con
quien resulta harto difícil no concordar en su criterio de que la pantalla
cubana precisa abrirse, como lo hace aquí; y que no todo puede ser en esta
“pobreza, marginalidad y represión a los gays”), mas a la vez representa el
intento no fraguado de rubricar una sólida sci-fi de planteamientos discursivos.
Nada para lamentar, empero; sino pie para exhortar al director a que no ceje en
empeños similares u otros, a la postre del todo plausibles en el camino de la
consolidación de un cine nacional más distendido, completo e inclusivo.
Sería interesante ver el filme que haga este crítico..... tal vez sea tan perfecto que nadie vaya a los cines.
ResponderEliminarY para mi sería interesante que me explique qué quiso decir con el filme carece de flavonoides!!! (Flavonoide (del latín flavus, "amarillo") es el término genérico con que se identifica a una serie de metabolitos secundarios de las plantas. Son sintetizados a partir de una molécula de fenilalanina y 3 de malonil-CoA, a través de lo que se conoce como "vía biosintética de los flavonoides", cuyo producto, la estructura base, se cicla gracias a una enzima isomerasa. La estructura base, un esqueleto C6-C3-C6, puede sufrir posteriormente muchas modificaciones y adiciones de grupos funcionales, por lo que los flavonoides son una familia muy diversa de compuestos, aunque todos los productos finales se caracterizan por ser polifenólicos y solubles en agua. Los flavonoides que conservan su esqueleto pueden clasificarse, según las isomerizaciones y los grupos funcionales que les son adicionados, en 6 clases principales: las chalconas, las flavonas, los flavonoles, los flavandioles, las antocianinas, y los taninos condensados. más una séptima clase, las auronas, tenidas en cuenta por algunos autores por estar presentes en una cantidad considerable de plantas. También el esqueleto puede sufrir modificaciones, convirtiéndose entonces en el esqueleto de los isoflavonoides o el de los neoflavonoides, que por lo tanto también son derivados de los flavonoides.)
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