En 16 cuadras (16 Blocks, 2006) Bruce Willis
personifica a Jack Mosley, un policía venido de todo, viejo, amargado y
botelladependiente, a quien luego de un día agotador le asignan la siguiente
tarea -al parecer de puro trámite: transportar a un reo desde la estación hasta
la corte a lo largo de la cantidad de
manzanas que indica el título del filme.
Lo que Willis no sabe es que su protegido es un blanco viviente que no
debe llegar vivo ante el juez, so pena de descubrir en su confesión a
peligrosos encartados. Los propios colegas del agente, corruptos, son el
enemigo, después de descartar Mosley su alianza al grupo y así reconciliar su
conciencia con un pasado no tan correcto.
La película parece una de tantas del género de acción; y sin
embargo engaña. Richard Donner -de quien nunca debemos olvidar su impulso a la
narrativa del género de acción en el cine estadounidense mediante su saga de Arma letal, pese a sus despropósitos
posteriores corte la infumable Timeline-,
conoce el terreno donde pisa y convierte a su relato, cuyo metraje transcurre casi
en tiempo real a la trama, en un modelo de cine ágil y vivo, cuya
vertiginosidad no se ampara en el picadillo visual a lo Dominó de Tony Scott y similares,
sino en un guión atento sobre todo a las
constantes reacciones de los personajes ante la situación extrema en que están
abocados.
Donner se inspira en los antecedentes realistas del género
en los años 60-70, explícitos en iconos como A quemarropa, Bullit y Contacto en Francia, para moldear la
arcilla de protagonistas sin más cartón del debido, conflictivos y ambiguos en
sus respuestas morales. El realizador extrapola conceptos del western y transfigura a las 16 cuadras citadas
del corazón de Nueva York en un gran campo de batalla alrededor de esta suerte
de increíble cantina del oeste en la que se convierte el ómnibus donde Mosley y
el reo Eddie Bunker (encarnado por el actor y rapero Mos Def, visto con donaire
antes de aquí en Crimen inconfesable)
se parapetan para encarar batalla luego de múltiples escaramuzas vencidas.
Más por homenaje que por copia como alguien creyera, Donner abreva en esta zona del filme
directamente de Ruta Suicida, la
película de Clint Eastwood de 1977 en el
cual el viejo Clint protegía a la también testigo Sondra Locke, igualmente perseguida
por quienes iba a denunciar. Ahora Arizona es la Babel de Hierro, y la pelea
resulta más difícil tanto más urgente es menester llegar a tiempo al juzgado.
El filme todo observa fórmulas arquetípicas de este tipo de thriller de acción: la pareja de
personas de carácter opuesto que sincronizan identidades luego que una
peripecia fuera de lo normal los une ante un enemigo propio; los seres que
buscan la redención moral mediante acciones de buen tino que tiempos ha ni
hubieran soñado; la beatificación final de los sujetos; la clausura
sentimental. No obstante, el ritmo, la movilidad
de 16 cuadras; su pragmático sentido
de utilización del tiempo y el espacio, así como la eficaz composición de Bruce
Willis en la clase de papel que mejor le sienta, no la colocan en el copioso montón
hollywoodino de bodrios de acción.
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