jueves, 13 de noviembre de 2014

Willis x 16 cuadras


En 16 cuadras (16 Blocks, 2006) Bruce Willis personifica a Jack Mosley, un policía venido de todo, viejo, amargado y botelladependiente, a quien luego de un día agotador le asignan la siguiente tarea -al parecer de puro trámite: transportar a un reo desde la estación hasta  la corte a lo largo de la cantidad de manzanas que indica el título del filme.  Lo que Willis no sabe es que su protegido es un blanco viviente que no debe llegar vivo ante el juez, so pena de descubrir en su confesión a peligrosos encartados. Los propios colegas del agente, corruptos, son el enemigo, después de descartar Mosley su alianza al grupo y así reconciliar su conciencia con un pasado no tan correcto.

La película parece una de tantas del género de acción; y sin embargo engaña. Richard Donner -de quien nunca debemos olvidar su impulso a la narrativa del género de acción en el cine estadounidense mediante su saga de Arma letal, pese a sus despropósitos posteriores corte la infumable Timeline-, conoce el terreno donde pisa y convierte a su relato, cuyo metraje transcurre casi en tiempo real a la trama, en un modelo de cine ágil y vivo, cuya vertiginosidad no se ampara en el picadillo visual a lo Dominó de Tony Scott y similares, sino en  un guión atento sobre todo a las constantes reacciones de los personajes ante la situación extrema en que están abocados.
Donner se inspira en los antecedentes realistas del género en los años 60-70, explícitos en iconos como A quemarropa, Bullit y Contacto en Francia, para moldear la arcilla de protagonistas sin más cartón del debido, conflictivos y ambiguos en sus respuestas morales. El realizador extrapola conceptos del western y transfigura a las 16 cuadras citadas del corazón de Nueva York en un gran campo de batalla alrededor de esta suerte de increíble cantina del oeste en la que se convierte el ómnibus donde Mosley y el reo Eddie Bunker (encarnado por el actor y rapero Mos Def, visto con donaire antes de aquí en Crimen inconfesable) se parapetan para encarar batalla luego de múltiples escaramuzas vencidas.
Más por homenaje que por copia como alguien creyera,  Donner abreva en esta zona del filme directamente de Ruta Suicida, la película de Clint Eastwood de 1977  en el cual el viejo Clint protegía a la también testigo Sondra Locke, igualmente perseguida por quienes iba a denunciar. Ahora Arizona es la Babel de Hierro, y la pelea resulta más difícil tanto más urgente es menester llegar a tiempo al juzgado.
El filme todo observa fórmulas arquetípicas de este tipo de thriller de acción: la pareja de personas de carácter opuesto que sincronizan identidades luego que una peripecia fuera de lo normal los une ante un enemigo propio; los seres que buscan la redención moral mediante acciones de buen tino que tiempos ha ni hubieran soñado; la beatificación final de los sujetos; la clausura sentimental. No obstante, el ritmo, la  movilidad de 16 cuadras; su pragmático sentido de utilización del tiempo y el espacio, así como la eficaz composición de Bruce Willis en la clase de papel que mejor le sienta,  no la colocan en el copioso montón hollywoodino de bodrios de acción.

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