Carnivale (Daniel Knauf, HBO, 2003-2005)
representaba una de las deudas históricas de este sitio de reseñas fílmicas y
de series televisivas. Más allá del necesario distanciamiento emotivo necesario
para la labor, confieso que aquí, en el caso puntual de la pieza, tengo las
defensas caídas al intentar el predominio de la razón; no obstante, no habrá
traiciones a la verdad de la obra, que en todo caso fue, es y será un exponente
inmarcesible del panteón sagrado de la teleficción del siglo XXI.
Sí,
estaba la sombra omnívora del Freaks
de 1932 e innumerables acercamientos audiovisuales a los circos, sus fenómenos
y espectáculos feriáticos (del cual de alguna manera más que nota toma aliento
Knauf, amén del Twin Peaks de David
Lynch en el aura onírica e imaginación del relato), pero nunca había surgido
antes una combinación tan rotunda del tema con el horror y las pesadillas de la
mente como Carnivale.
Carnivale es un delirio de miedo y miseria que
escarba en la desolación de fenómenos asumidos como tales en la defensa de la
serie de la supervivencia de la otredad. Lo políticamente correcto todavía no
había infectado las narraciones telefictivas estadounidenses. Aquí no se orla
el reino más “feo” de la diferencia, sino que, puesto al desnudo, se le
reconoce en tal y es propugnado su derecho a ser.
Caminamos
el período inmediatamente posterior al
crack del ´29 (específicamente 1934) y los integrantes del espectáculo circense
ambulante deben hacer lo imposible por sobrevivir, al hambre y a una guerra
sigilosa gestándose desde las tinieblas, en la cual el mal, bajo distintos
mantos, intentará la victoria contra el bien. Habrá momentos antológicos en la
odisea y la conflagración respectivas, a lo largo de un trabajo televisivo cuyas
poderosas imágenes ninguna relación observan con nada antes visto, de tan
singulares y rotundas.
La serie
configura una atmósfera única y un universo propio embarazado con los hijos de
su propia mitología, que son estos personajes riquísimos, novelescos, bizarros,
portadores todos de agonías particulares y secretos que antes que devorarlos
les dan el pie de apoyo para continuar adelante.
HBO
también contribuyó a elaborar su propia mitología con materiales como el
anterior Los Soprano y Deadwood (2004-2006) Esta última y Carnivale, empero, fueron canceladas por
la cadena de cable, ambas en su mejor momento. Cuando evoco tales atrocidades
me inclino por creer que todavía la Home Box Office no poseía ni el aparato de
promoción ni los recursos financieros de hoy o acaso contaba con gerentes de producción
menos atrevidos. Si bien muy osado fue darle el visto bueno a la salida de una
serie tan poco “ordinaria” como Carnivale,
extremadamente cobarde fue escindirla al cierre de su segunda temporada, debido
a razones de audiencia. Tiendo a pensar lo anterior, porque lo otro sería
asumir que obras así de grandes no son pasto potable para ese público que
también le ha dado la espalda a muchas otras, de todos los géneros.
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