La agencia
francesa de prensa AFP trae en sus despachos semanales dos informaciones que en
última instancia ilustran la dualidad de la especie humana, debatida entre quienes
viven para servir, que dijera Francisco, y los que viven para obstruir, que acotásemos
acá. Así, el alcalde
de Asotthalom, localidad de 4 mil habitantes ubicada en la frontera de Hungría
con Serbia, caza migrantes con su milicia nocturna, y se ufana de ello en ese
mausoleo del egoísmo idiota llamado Facebook. Por si no fuera poco ya con la
infinidad de desgracias padecidas en su lugar de residencia, durante la
travesía y en el (los) espacio final de destino, los refugiados -causa directa
de la depredación bélica imperialista en África y Medio Oriente-, también deben
protegerse de estos nietos de los colaboracionistas de Vichy, neonazis muy
parecidos a los cazadores de mexicanos de la frontera de dicha nación con
EE.UU. Mientras el
gobernador de Asotthalom actúa de manera tan denigrante, su colega de Medellín,
Colombia, ha tenido un gesto de dignidad, el cual debe concitar elogio, pues no
suele abundar en estos días. Como igual refiere AFP, el viernes 29 de julio de
2016 el reguetonero puertorriqueño J Álvarez se presentó en el concierto
inaugural de la Feria de las Flores, espectáculo de dicha ciudad, vestido con
un pulóver alusivo al peor capo de la historia del narcotráfico nacional, en
cuyo anverso podía leerse “I'm Cartel” y en el reverso “Escobar” debajo del
número 49.
La actitud,
aunque normal para cierto tipo de artistas de dicho género y además de los
practicantes del narcocorrido, resultó tan censurable que el alcalde debió
olvidarse del protocolo y manifestarle lo siguiente al boricua: “Exijo respeto
para esta ciudad. ¿Usted sabe quién era Pablo Escobar?”, le increpó luego de la
rueda de prensa, según grabación divulgada por medios locales que el propio
alcalde retuiteó. La respuesta del cantante no tiene desperdicio y, ya puestos,
lo dice todo: “Sí, suena en Puerto Rico”. Ante esto, el colombiano replicó: ““Es
lo peor que nos ha pasado. Te voy a decir una cosa, Jay (…) eso es una ofensa a
la ciudad, y no sólo a la ciudad, sino al país. Miles de víctimas sufrimos con
la tragedia y todavía la seguimos padeciendo. “Hermano, ustedes son símbolos,
tienen que cuidar esto. (Ese señor) nos ha costado mucho, nos ha costado
vidas”. “Que el mundo entero sepa que Pablo Escobar no es un ídolo. Es lo peor
que nos ha pasado. No más apología al delito”, escribió el sábado 30 el alcalde
Federico Gutiérrez en su cuenta de Twitter, dice AFP.
"Sea
quien sea la persona, no puede hacer apología al delito y menos en una ciudad
que aprendió a levantarse superando la violencia", dijo además Gutiérrez
en un comunicado divulgado por su despacho, según publicó el portal TNT24
Noticias. J Álvarez debió disculparse, si bien el daño estaba hecho.
Casi diez
años atrás publiqué un comentario en Juventud Rebelde que daba cuenta de cómo
los narcotraficantes son modelos para varios de los reguetoneros de Puerto
Rico, República Dominicana y Colombia, en cuyas fiestas privadas incluso actúan.
Lo singular ahora, quizá, reside en que la idolatría del exponente era tanta
que precisó exteriorizarla en su vestimenta, pero la ignorancia mata y lo hizo
en el mismo sitio donde tanto duelo provocó el mitificado asesino colombiano. Por
supuesto, la repulsa vino de quien debe velar, entre otras cosas, por la conciencia
de sus conciudadanos. El hombre, en disonancia con muchos alcaldes regionales, a
quienes se les cae la baba y llenan de honras a los reguetoneros, se pronunció
de la forma correcta.
Portadores de
idearios contrahechos glorificadores del crimen, la violencia, el sistema
patriarcal y el servilismo esclavo del sexo femenino, tanto Javid David Álvarez Fernández (nombre real de J Álvarez) como varios de sus congéneres tienen
parte de responsabilidad en la confusión ética de segmentos de las nuevas
generaciones; sobre todo en el área del Caribe y el sur de la Península de la
Florida, donde el fenómeno sociocultural del reguetón -muy funcional a los
presupuestos ideológicos de los centros de poder, a los cuales les conviene un
público cautivo, primario, alejado del pensamiento e inherentes preocupaciones
políticas- ya es pandémico y la involución espiritual derivada de sí -y otras
múltiples causales, claro- resulta en extremo marcada.
No por gusto
Calle 13, el extraordinario grupo de música social urbana, los ridiculiza tanto
en sus textos. Adentro (del disco
Multiviral, 2015) es un himno político compuesto por René que desnuda en carne
viva la real naturaleza de estos reguetoneros, instrumentos de sojuzgación
mental. Igual los impugnan en Calma pueblo, Digo lo que pienso u otros de sus
ineludibles números.
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