Soy sincero, por arriba de todo. Contra lo
aconsejado por la primera regla del manual no escrito de un crítico, visioné Cuando la verdad despierta
(Italia-Cuba-España, 2006) con el estorbador prejuicio de saber que su
director, el italiano Angelo Rizzo, era el victimario de una de las cintas con
intervención cubana más inimaginablemente malas del siglo XXI: ese churro innombrable
de 2004 titulado El loco soñador.
Sigamos con la sinceridad: Con su thriller político
el creador siciliano no reformularía las reglas del género, ni muy seguramente haya
realizado un exponente digno de aplaudir o tomar lecciones en las escuelas de
cine; pero tampoco fabricó una película descartable ni un panfleto de
coyuntura.
A Rizzo, quien muestra ahora que creció en su
oficio, le cabe el honor, siendo extranjero, de ofrendar un aporte a la memoria
histórica cubana desde la ficción fílmica en torno a uno de los hechos de mayor
trascendencia de su parcela reciente: la cadena de atentados a centros
turísticos perpetrada hace justo una década por el terrorista Luis Posada
Carriles y la Fundación Nacional Cubano—Americana, con la anuencia de la
administración yanki, cuya consecuencia más notoria en el plano humano fue la
muerte del joven italiano Fabio Di Celmo en el hotel Copacabana, tomada como
eje a partir del cual se vertebra el relato.
El director y coguionista fue capaz de desflorar
una etapa temática virgen para el ICAIC, al menos en el apartado de la ficción.Y
como película, y no documental que es su obra, se tomó algunas libertades
entendibles para apuntalar la narración cinematográfica, pero que no son óbice
para atestiguar que su relato y su puesta en escena conducen sin vacilación al
receptor hacia la plasmación honesta y equilibrada de un pasaje cuya
transposición fílmica le deja bien claro cómo el gobierno estadounidense maneja
una doble política en cuanto al terrorismo y prohíja y apaña a sus secuaces en
dichas tareas a clara conveniencia.
Eso, quizá para el narratario nacional, dada su
preparación ideológica cujeado en comprender los dobles y triples estándares de
las tretas yankis, pudiera parecer una soberana reiteración, pero para gran
parte de los espectadores del exterior (sometidos a una extrema manipulación
mediática sobre el tema), la película le supondrá un cocimiento de realidad que
contribuirá sin dudas a despejar sus razonamientos.
Hay que agradecerle a Rizzo que su material no dude
en fijar donde se ubican sus simpatías y fobias. Tomó partido, y perfiló un
retrato frontal de las sinrazones del crimen, tanto que casi le costó la vida a
él o a su familia, cuando en septiembre de 2006 le volaron el auto y le
pusieron carteles que decían: “Váyase a Cuba”, para que luego de contra el
periódico italiano Corriere Della Sera rematara la acción tildándolo de
“antiamericano”.
Aun así, paseó a su filme por los festivales de
Roma, Berlín y fue adquirido por varias distribuidoras mundiales. De cara a su
comercialización preparó una edición especial en DVD, la cual incluyiría el
making off, un discurso del Comandante en Jefe Fidel Castro y el documental 3.5 K, estrenado en el Festival de
Venecia.
Rizzo explicó a la prensa que este trabajo brinda
información sobre los servicios de Posada Carriles a la CIA, al FBI y a la
Fundación Cubano Americana durante 40 años y el título simboliza las tres mil
500 muertes ocasionadas a Cuba en ese período.
Sin embargo, pese a su carácter denunciatorio, Cuando la verdad despierta no queda
hundida bajo el peso del alegato ideológico, en tanto su director a más de
conseguir infundirle un —visto de forma general— acertado tratamiento visual y
una edición ágil que en ciertos momentos recuerda a algún Soderbergh, sitúa
varios planos espaciales (Cuba, El Salvador —de donde provino el asesino a
sueldo de Fabio—, Miami, Washington), lo cual le confiere movimiento e incluso
ductibilidad al relato.
Los principales valladares de la pieza están en que
independientemente de contar en el reparto con magníficos actores cubanos, el
casting no llega a encajar en la adecuación de determinados intérpretes a sus
personajes; y en algunos casos el desempeño histriónico alcanza el grado de
deplorable, tanto como el maniqueísmo en el dibujo de varios de los seres que
habitan la historia.
El fornido y finado Enrique Almirante en el rol del
anciano Giustino Di Celmo es el primero de varios desaguisados en este rubro,
que van hasta la incorporación de una inexpresiva y en extremo alejada de su
personaje Elizabeth Rivero en el papel de la novia de Fabio, hasta otros no
menos digeribles. La inserción de la figura del amigo cubano del joven turista
italiano, asumida por Jorge Martínez, resulta comprensible a efectos de
rellenar la carne del esqueleto argumental, pero en esencia su ausencia poco
hubiera importado aquí.
Por otro lado, el filme no logra desprenderse del
todo de una traza telefílmica y de afrontar situaciones a partir de conceptos
ya bastante demodé a la hora de entender el lenguaje fílmico: reparen nada más
en la iluminación en las escenas interiores de la Casa Blanca: todo oscuro, en
las sombras. La alegoría llega a asimilarse, pero ello no le quita su sesgo de
puerilidad.
No obstante, Cuando
la verdad despierta es otra de esas películas necesarias, como las de
Moore, Chalbaud, Solanas, salvando las distancias de dimensión autoral entre
aquellos y el mucho menor Rizzo. El cine, la historia, la verdad reclaman
piezas tales. Y si Rizzo rubrica un logro de relieve aquí es que, más allá de
sus percances estructurales, logra un acercamiento factual a la verdad
histórica —no por ello despoblado de humanidad— justo y multidimensional, al
cual de veras poco se le escapa en su asunción abarcadora.
Uhhh ,veo que no es muy visitado;al parecer no interesa mucho a los Cubanos
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