A
lo largo de la década, numerosos lectores, cubanos y extranjeros, me han
escrito inquiriendo por qué varias de mis reseñas a películas y series
publicadas en este blog de crítica La
viña de los Lumière censuran a determinadas obras, cuando, por el
contrario, aseguran, “en internet se dice que son muy buenas”.
Una
respuesta, in extensis, demandaría un
espacio considerable, por lo que hemos de ir directamente al grano. Queridos
lectores: Porque en internet escriben o hablan mil naderías personas sin
dominio teórico de absolutamente nada, desprovistas de criterio sustentado y
formación estética; y, además, también lo hacen otras -incluso más peligrosas-,
que aunque poseedoras de cierto conocimiento, en muchos casos son tarifadas por
las cadenas de televisión y estudios cinematográficos con el objetivo de que
les alaben sus nuevos títulos.
La
industria hegemónica dispone, para su empleo a discreción y conveniencia, de
una pléyade de periodistas, influencers, groupies, youtubers, blogueros y hasta
-lamentablemente- desvergonzados críticos que tienen por función ponderar las producciones
del o de los estudios a los cuales ofrecen sus servicios, a cambio de pago en
efectivo o especie (puede ser desde relojes caros a todo el merchandising de
los filmes o series en fase de promoción/distribución), viajes a distintas
capitales donde se registren las premieres mundiales, entrevistas con actores
famosos y otros privilegios.
¿Y,
entonces, se puede confiar en alguien o algo en esta era de democratización de
la información¿ Sí, aún existen voces, oasis éticos, criterios especializados,
revistas de prestigio y libros donde se concentran los saberes más lúcidos e
incorruptibles. Lógico, esos no van a encontrarse jamás en YouTube, Facebook,
Instagram, en algunos de los medios de prensa que califican a cintas o series con
estrellitas al final de la reseña o en millones de espacios personales signados
por el voluntarismo y el mero afán individual de opinar sobre algo de lo cual
solo alberga una idea general.
¿Qué
hacer, pues¿ Buscar esos sitios y esas firmas autorizados, consultarlos menos
para remedar los juicios de sus especialistas que para contrastar la valoración
suya, detectar semejanzas o diferencias entre la aproximación de ellos y la
vuestra propia. Pero, mucho más que eso, ver el mejor cine de todos los tiempos, de
todas las filmografías -sin complejos o minusvaloraciones-, revisar a los
autores, revisitar los movimientos históricos del séptimo arte, recorrer las
grandes series, leer libros especializados de cine o televisión. Leer, siempre
leer, de arte y de todo lo divino y lo humano.
Las
anteriores son las únicas formas de forjarse el sentido estético que permita
germinar un punto de vista exegético riguroso, coherente y aprehensivo. Así
nadie le timará y, a pesar de que centenares de páginas webs alaben hasta el
cansancio cualquier sosería, usted sabrá que es un bluff, y no se dejará engañar.
La cultura, puente a la verdad, nos hará libre, sabemos.
Por
supuesto, las plumas o voces alquiladas no se circunscriben al universo
audiovisual. También están presentes en una y media de cada dos opiniones
vertidas en torno a la moda, la belleza, los viajes, la gastronomía...
Todos
los productos que “sugieren” las que viven de hablar de “moda y belleza” (esas
Mariale, esas Sandra Cires, esas Dulceida) son los que se encuentran en el
catálogo de promoción, o de revivificación, de las casas o agencias que les
pagan. Ninguno es mágico, ninguno quita las manchas de la piel ni devuelve la
lozanía del cabello a una anciana. Todo es mentira, parte del gran timo, del
extraordinario negocio en que se ha convertido “opinar para” en internet.
Y,
lo más hilarante o paradójico según pueda o quiera mirarse, es que la engañifa
es pública, lo cual convierte al receptor en un ente aborregado sabedor de que
le están dirigiendo el curso de su intención comercial. Para que se tenga una idea,
medios españoles difundieron cómo se le pagaba a los influencers en 2018: “En
el caso de un mensaje en Twitter/Facebook, entre 80 y 100 euros por post en
caso de tener 10.000 fans/impresiones; 300 euros para 50.000 fans y hasta 3.000
para medio millón. Se paga mejor Instagram: 120-150 euros por foto para 10.000
fans; 500 euros por 50.000 impresiones y a partir de 2.500 euros en el caso de
tener más de medio millones de seguidores. ¿Qué se paga más?: Los vídeos de
Youtube: entre 150-300 euros por 10.000 seguidores, y 10.000 euros por medio
millón de seguidores”.
Estoy totalmente de acuerdo con usted. En el sistema de economía de mercado capitalista todo vale con tal de ganar dinero y fama. Así tenemos hasta comisionistas no sólo en la rama del arte, también en la esfera de la divulgación científica, como los que se prestan para decir en documentales de televisión que las fases de la Luna se deben a que La Tierra bloquea la luz del sol, o los que divulgan la teoría del efecto Bernouilli como causa de la fuerza de sustentación en los aviones, o peor aún, aquellos que propagan a diestra y siniestra que los niños deben vacunarse contra todas las enfermedades, metiendo en el mismo saco a las benignas y las malignas, para favorecer la comercialización de fármacos para otras enfermedades que son inmunisables a través de las enfermedades benignas. La verdad es que siento asco de lo deshumanizado que es este sistema donde impera la ley de la selva. Cada día recuerdo a nuestro héroe nacional cuando dijo:Ser cultos es la única manera de ser libres.Hagamos una campaña mundial para desenmascarar a los timadores de personas desposeídas de conocimientos.
ResponderEliminarbuenas tardes , si puede ayudar , como cubana y colaboradora de la mision medica en Venezuela , me pregunto , porque la edision del Periodico Granma digital no actualizada diariamente. para mi es una herramienta de estar informada de lo que sucede en Cuba diariamente , por la seriedad de este periodico.
ResponderEliminarPeor es cuando es tarifado por el gobierno y se plega a determinada ideología, USTED.
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